sábado, 10 de marzo de 2012

La hora de las exageraciones

El otra día una antigua conocida mía, militante de izquierdas de siempre, me insistía en la necesidad de movilizarse activamente cara a las próximas elecciones para evitar que de nuevo los fascistas manden en Andalucía. Me pareció un verdadero despropósito. Arenas, o Rajoy, podrán gustar o no, pero acusarles de fascistas es simplemente una muestra de que la acusadora no entiende o no acepta el sistema democrático que hemos adoptado, y no sé cual de las dos posibilidades es peor.

Pero en el PP también hay abonados al despropósito, y hablo de altos cargos que acusaron al PSOE de apoyar manifestaciones violentas para ocultar su fracaso electoral. Lo triste es que el PP sabe que esto es una inmensa mentira, que el PSOE nunca promocionará ni apoyará la violencia callejera, pero es que algunos peperos gustan de vez en cuando darse gusto dando pábulo a la insidias que surgen de las cavernas de la extrema derecha, e incluso pueden usar esas insidias como cortinas de humo para engañar al personal y disimular los errores cometidos.

Que en momentos de crisis proliferen los bocazas y radicales no debe de extrañar o perturbar, forma parte de la naturaleza de las cosas, al igual que las moscas son propias del verano. Pero uno sí se mosquea cuando el mosquerío es demasiado grande, o cuando comprueba que conocidos, por otra parte perfectamente razonables en todo, desbarran (dicen o hacen cosas disparatadas) cuando tratan de temas políticos.

Quizás convendría explicar algunas cosas sobre qué significa la política en el siglo XXI. La forma más efectiva que tiene un colectivo para conseguir un modelo social acorde a sus deseos es tomar el poder. Parece claro que en países como el nuestro, en los que la prosperidad y la libertad son logros razonablemente conseguidos, la conquista del poder solo cabe dentro del respeto escrupuloso por las normas democráticas, siendo ampliamente rechazados los procedimientos revolucionarios o ajenos a la Constitución. Para conquistar el poder hay que conseguir el apoyo en urnas de la mayoría de la población, y las únicas “ideologías” reales hoy día para la ciudadanía son la seguridad, la libertad individual y la prosperidad.

La inmensa mayoría de la población se sitúa cerca del centro político e ideológico, y consecuente con ello los principales partidos con posibilidad de gobernar (PP y PSOE) se sitúan también cerca al centro, llámese centro-derecha o centro-izquierda. Ambos partidos saben que si se alejan del centro perderán las batallas electorales y el poder, y saben que la diferencia de votos con su rival es tan pequeña como para que al final lo importante en la lucha es la capacidad de ofrecer eficacia gobernando, siendo lo demás accesorio. Por supuesto que ambos partidos tienen que satisfacer de vez en cuando a sus simpatizantes en los extremos, y también tienen que cumplir compromisos con la base social que es su principal apoyo, y que cuando les conviene y pueden también mienten o manipulan, pero en lo básico los partidos mayoritarios, en el gobierno o en la oposición, solo actuarán con medidas que saben tienen un respaldo mayoritario, y por tanto no alejadas del centro, y conocen en tiempo real el respaldo a cualquier medida gracias al trabajo que realizan las empresas de estudios sociológicos contratadas al efecto.

A fecha de hoy el PP sabe que puede alejarse del centro en temas como la reforma laboral, pues hay un rechazo importante a la gestión de la crisis por el PSOE y un miedo real de la población a que la crisis nos devore si no se aceptan sacrificios. Por la misma el PSOE sabe que tiene margen para virar a la izquierda, dado los perjuicios reales que la reforma creará a los trabajadores y además tiene necesidad de recuperar el voto perdido por la izquierda. Esto puede crear una sensación de confrontación total entre PP y PSOE, y los muy inocentones así lo creen. Los expertos en análisis sociológicos simplemente trabajan a diario.

Damián Zamorano Vázquez
Estepona Información. 10.3.2012

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