sábado, 24 de diciembre de 2011

La izquierda y los impuestos. 2

Como expliqué en el artículo anterior, la socialdemocracia ha aceptado la economía de mercado como fórmula más eficaz para generar riqueza. Por supuesto intenta reconducir el mercado de la forma más progresista posible: que sea sostenible, que sea honesto, que respete a los trabajadores, que actúe en beneficio de todos y no de unos pocos. Pero el mercado es el mercado, y tiene unas normas que si se violan, aun desde la buena voluntad, puede producir resultados fatales. Además la integración de España en el euro limita la capacidad local de actuar, impidiendo por ejemplo en este momento aumentar el gasto público para estimular el crecimiento, dado que ésta no es la decisión mayoritaria de Europa. Por último se necesita crecimiento económico para atajar el paro, y la competencia de la izquierda en este aspecto no la da la brillantez de su discurso, se mide por boletines estadísticos.

La izquierda se afana pues, como la derecha, en procurar que se cree riqueza, pero su lucha por la solidaridad y la igualdad obliga a redistribuir la riqueza, y esto se realiza fundamentalmente vía impuestos. Conozco poca gente que se queje de pagar impuestos, pero sí conozco mucha gente que lamenta el mal uso que se hace de sus impuestos, y creo que este tema explica por qué una nutrida proporción de las clases medias han rechazado la socialdemocracia. No nos engañemos, el alto nivel de impuestos de las sociedades avanzadas es un invento de la izquierda, y si ésta no es cuidadosa con su gestión simplemente la gente rechazará esta vía de redistribución de la riqueza, y se acabó la izquierda.

Primer problema: el fraude. Los impuestos de izquierdas son los directos y los progresivos, pagando más quien más tiene. El problema es que el fraude fiscal y la economía sumergida son tan potentes que incluso algunos prefieren, en caso de subir, que se suba el IVA, para que al menos contribuya el que consuma y no el de siempre, el único que no pueden defraudar, el que tiene una nómina.

Segundo problema: el despilfarro. Es inconcebible la enorme cantidad de dinero público que no se traduce en un bien o un servicio. Tener tanto incompetente en labores de gestión es un lujo que no nos podemos permitir.

Tercer problema: el subsidio no justificado. Redistribuir riqueza es promocionar y proteger a los más débiles, pero no mantener defraudadores. Eso es insolidario, como insolidario por fraudulento puede interpretarse tanto subsidio de paro pagado en la época de las vacas gordas, cuando había que importar a marchas forzadas millones de emigrantes pues faltaban manos para trabajar en España.

Cuarto problema: mala calidad de los servicios públicos. Para la izquierda es vital que servicios como sanidad y educación sean accesible a toda la población, y se trate igual a todos los usuarios, independiente de sus ingresos. Pero también es vital que estos servicios sean de calidad, pues en caso contrario las clases medias los abandonarán y pedirán el reintegro de sus impuestos para buscarse las habichuelas por su cuenta, y volveremos a una sanidad y educación para ricos, otra para menos ricos y por último, la beneficencia para pobres

Ser de izquierdas en el siglo XXI no es tener una bonita labia en los discursos, ni mucho menos ser campeón en la demagogia, ser de izquierdas es una mezcla de ser defensor de la solidaridad y la igualdad como valores irrenunciables, y a la vez ser sumamente competente, incluso a nivel técnico, en la gestión de lo público, tanto en impulsar el crecimiento económico como en saber gestionar lo más eficaz posible los impuestos que la sociedad ha decidido. Malgastar dinero público es un acto reaccionario. Hacer política desde la ignorancia es una irresponsabilidad. Al igual que los corruptos deben ir a la cárcel, los incompetentes nunca deben gestionar bienes públicos. Si la izquierda no se esmera en una gestión eficiente de lo público gestionarán los banqueros … ya han empezado.

Damián Zamorano Vázquez

Estepona Información. 24.12.2011

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