lunes, 3 de octubre de 2011

Educación pública

Hace poco dijo Elena Salgado, nuestra ministra de economía, que España era un país de una inmensa clase media. Depende de cómo se mire. Si el criterio de clasificación son los ingresos económicos, en España predomina la clase trabajadora, con escasa capacidad para hacer gastos mas allá de lo básico. Sería el caso de un celador, con ingresos más reducidos que un médico del mismo hospital, éste genuino representante de la clase media.

Pero si definimos la clase media como una clase dinámica, deseosa en todo momento de mejorar su prosperidad y sobre todo el futuro de sus hijos, entonces efectivamente España es un país de una inmensa clase media, estando solo excluidos en los extremos los verdaderamente ricos y los marginados.

Si lo que define a la clase media es su deseo de mejora social, la principal herramienta para conseguir tal fin es obtener la mejor educación posible. Este aspecto revolucionario de la educación, destructor de los rígidos compartimentos sociales imperantes por siglos, ya fue advertido por un franquista convencido, que argumentaba como principal fallo de la Republica del 31 el haber permitido estudiar a los hijos de los rojos. El aspecto liberador de la educación fue correctamente contemplado -desde una óptica católica y casi feminista- por Antonia Guerrero Díaz que testamentó que sus bienes (parte de la Herencia Nadal) serían para “costear los estudios de las mujeres pobres de Estepona, dando preferencia a las carreras de leyes y filosofía y letras”. Es una pena que no se haya respetado la letra y el espíritu del testamento, fácil de conseguir con una programa de becas adecuado, y todo terminara en pura especulación para beneficio exclusivo de obispos, banqueros, políticos y constructores.

A mi entender, la educación pública es el pilar más importante del Estado de Bienestar, pues es el único que puede permitir un mejor futuro para todos, sean hijos de la clase media, de la clase trabajadora, o incluso hijos de marginados sociales. La Sanidad, la ayuda al desempleado y al dependiente, son también pilares imprescindible del Estado de Bienestar, pero simplemente cubren contingencias indeseables sin crear nada nuevo. La educación pública sí crea algo nuevo, un futuro mejor para el individuo y la sociedad, y como tal no es solo un servicio necesario por pura justicia social, sino la mejor inversión posible de una sociedad lúcida.

En este contexto no puedo aceptar los comportamientos de la dirigente mas neoliberal del PP, Esperanza Aguirre, presidenta de la comunidad de Madrid. Por un lado reduce los gastos en educación publica, siendo casi menos importante el obligar a los docentes a aumentar el numero de horas lectivas, y de mucho mayor peligro la congelación de la plantilla de profesores, taponando el acceso a una generación de jóvenes profesionales específicamente formados para ser docentes. Por otro lado se le escapa la ocurrencia de reflexionar que se pague por la educación no obligatoria, es decir, por el bachillerato, la formación profesional y la enseñanza universitaria.

La educación publica funciona bien en España, con sus problemas. Hay que mejorar la calidad, cuestión de dinero y organización. Hay que mejorar la disciplina y reducir el fracaso escolar, cuestión de educar a padres maleducados o marginados. Hay que potenciar la formación profesional, prestigiando el dominio de un oficio, pero sin olvidar el conocimiento de humanidades. Pero cualquier deterioro de la enseñanza pública sería el fin definitivo del sueño de una inmensa clase media. Si hay que pagar por la enseñanza no obligatoria los hijos de la clase trabajadora pertenecerán siempre a la misma clase, salvo unos pocos intelectualmente privilegiados que podrán optar a becas.

Espero que el PP no olvide el importante componente de cohesión y progreso social de la educación pública. Sabremos si gobernaran los halcones o los centristas del PP por su gestos en materia de educación.

Damián Zamorano Vázquez
Estepona Información. 2.10.2011

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