sábado, 10 de julio de 2010

Hablo con ellos.

No creo que nadie se extrañe si afirmo que mantengo contactos bastante fluidos y cordiales con la gente del PP. Trabajo en un hospital privado y mis colegas médicos - bien remunerados- y mis pacientes no son precisamente fans de la Joven Guardia Roja. Sociológicamente soy un representante genuino de la clase media y, como expuse en mi artículo “La deserción de las clase medias”, para este grupo social, el mayoritario en España, al final la gestión es más importante que la ideología y, aunque mayoritariamente apoyan la igualdad de oportunidades y un cierto Estado de Bienestar, no están dispuestas a que la ineficacia y el dogmatismo nos lleven a una sociedad mediocre y gris de altos impuestos y malos servicios. La izquierda, que aspira como no puede ser de otra manera al apoyo de las clases medias, debe tener otro modelo, como en los países escandinavos, excelentes servicios, impuestos –altos- a discutir, y eso exige ciudadanos, políticos y gestores comprometidos con el bien público y no, como es frecuente en España, comprometidos sólo con vivir del cuento, con parasitar al contribuyente como incapaces bien pagados.

Mis amigos del PP me tratan de forma exquisita, como un ave exótica que no entienden, pero que no molesta, porque no muerde. No tengo intención de morder. Es más, cada vez tengo más claro que aunque existe una división entre derecha e izquierda, no es menos importante, sobre todo a nivel local, la diferencia entre personas con sentido común y pamplinas, honrados y corruptos, veraces y mentirosos, tónicas y tóxicas, leales y traidores, trabajadores y vagos, egoístas y solidarios; buena y mala gente, para simplificar. José Manuel Susino, con el que converso con frecuencia, me inspiró este abanico de dicotomías.

Mis amigos del PP no entienden cómo sigo siendo socialista. Realmente me catalogo de liberal de izquierdas, como Indalecio Prieto, y esta definición, para los entendidos, aclara muchos malos entendidos. Pero mi corazón es de izquierdas. En España la derecha ha sido la chacha y el señorito, y la misa obligatoria, siendo la izquierda la que ha luchado por -y conseguido- los avances en libertad individual -¡la derecha se opuso al divorcio!- y en bienestar social (la sanidad pública universal fue un logro del PSOE).

Pero han cambiado los tiempos, la deuda y la baja competitividad nos obligan a redefinir nuestro modelo productivo, e incluso el Estado de Bienestar está en riesgo. Cualquiera, de derechas o de izquierdas, que piense como hace dos años esta errando, todo ha cambiado. Los que nos consideramos de izquierdas tenemos un enorme reto, redefinir nuestra política, intentar adaptar nuestros ideales (libertad mas igualdad) a una situación mundial absolutamente novedosa.

Y como ejemplo de adaptación a la realidad, tenemos Estepona. No nos engañemos, el mayor desastre que haya tenido jamás Estepona es David Valadez. El PSOE esta hundido, gracias al ínclito, a su gestión, para no meter Astapa en la discusión. Y en Estepona los socialistas, liberales de izquierda y progresistas tenemos un problema muy serio. Lo primero es acabar con Valadez, que se vaya de una puñetera vez. A partir de ese momento hay que pensar en el futuro, que probablemente sea estar en la oposición, pero conformando el mejor programa y equipo posible, que perder no es ninguna tragedia, que sólo es una gran tragedia basar el discurso y practica política en la mentira, la incapacidad y la demagogia: Valadez.

Una pregunta recurrente que me hacen es cual será mi actitud si Valadez es el candidato del PSOE en las próximas elecciones municipales. Descarto la posibilidad pero, si ocurriera, desde mi tribuna en este periódico defenderé que no se vote al PSOE. Intentaré se cree un partido alternativo socialista y, si no se consigue, conversaré en profundidad con García Urbano y, si me convence y sigue haciendo las cosas bien como hasta ahora –tema de otro artículo-, lo apoyaré sin remordimientos.

Damián Zamorano Vázquez

Estepona Información. 10.7.2010

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