viernes, 23 de abril de 2010

La chica de Ipanema

Recientemente Felipe González usó una metáfora para definir su modelo de Estado ideal, al que bautizó como el Estado Ipanema, en referencia a la famosa playa de Río de Janeiro: “Cuando paseo por esa playa veo unos cuerpos sin una gramo de grasa, pero a ninguno logro verle los huesos; ese Estado me gusta, flexible, sin un átomo de grasa, pero no esquelético”.

El fuerte crecimiento económico de España en los últimos decenios ha permitido acercarnos al modelo europeo de altos gastos sociales, para permitir el llamado Estado de Bienestar, sostenido por impuestos en consonancia. Paralelamente la administración pública ha crecido de forma desmesurada, fundamentalmente a nivel de autonomías y ayuntamientos. La bonanza económica permitió a todos, Estado e individuos, vivir como nuevos ricos, y si gastaban más que ingresaban, no importaba mucho, las facilidades para endeudarse eran pasmosas.

La crisis ha roto el engaño colectivo: no somos ricos. Es más, estamos endeudados hasta las cejas. El primer gran problema a resolver es el paro, y solo porque destroza a las personas, sino también porque los parados no crean recursos, los consumen, y es imposible mantener el Estado de Bienestar y las finanzas públicas con elevadas tasas de paro. Urge además diseñar un modelo económico y social sostenible, pero hay más dudas que certidumbres sobre lo que debemos y podemos hacer. Relaciones laborales, sostenibilidad del modelo sanitario, pensiones, niveles de impuestos y su progresividad, eficiencia de los mecanismo de redistribución de riqueza, son estas una parte de las múltiples cuestiones que tendremos que redefinir si España no quiere un futuro problemático.

En lo que muchos estarán de acuerdo es que en la administración pública se derrocha demasiado, tanto por realizar actividades no justificables como de interés público, como por la existencia de amplias bolsas de funcionarios en exceso, no productivos o con altos índices de absentismo. Independientemente de la repercusión económica, es inmoral no luchar de forma activa contra la ineficacia. El dinero público es sagrado, y solo debe utilizarse en lo necesario, y de la forma más productiva posible. Sobre todo en época de crisis los sufridos contribuyentes, a los que tanto trabajo les cuesta llegar a fin de mes, no pueden tolerar el despilfarro de sus impuestos.

Y esto tratamos de Estepona. No os engañemos, el principal problema de su Ayuntamiento es el exceso de plantilla, y que hay actividades que no deberían realizarse, y muchas mal gestionadas, cualquier empresa privada ofrecería mejores servicios a mucho menor coste. Lo que no sé es como puede solucionarse este problema estructural, y desde luego los partidos políticos no ayudan creando opinión, no hay quien le ponga el cascabel al gato.

El Ayuntamiento de Estepona es lo contrario de la chica de Ipanema, le sobra grasa por todos lados, y le falta músculo, dicho de otro modo, mucho gasto, muchos impuestos, para malos servicios. Su obesidad probablemente ya es mórbida, y puede no se arregle con una simple dieta de adelgazamiento y requiera algo más drástico, como cirugía bariátrica.

En inadmisible que el Ayuntamiento de Estepona, a pesar de los altos impuestos, gaste más que lo que ingresa. Es inadmisible que el equipo de gobierno no haya aplicado ningún plan de saneamiento: ni siquiera lo ha diseñado. Es inadmisible que no se le explique con claridad a la ciudadanía la situación económica y las posibles soluciones, incluyendo a necesidad de realizar medidas impopulares.

Es inadmisible lo que ha ocurrido desde hace tantos años en Estepona, muchos malgastando el dinero público en beneficio privado. Y no hablo solo de posible corrupción, hablo también de pasotismo en la gestión, de incapacidad, y de considerar el Ayuntamiento como una inmensa vaca lechera con la que alimentar a los hermanos, de sangre o militancia, o con la que hacer tratos ventajosos desde la empresa privada. Así no va.

Damián Zamorano Vázquez

Estepona Informacion. 17.4.2010

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