viernes, 12 de marzo de 2010

Buscando en la basura

Cuando viajé a la India una de las sensaciones más fuertes que tuve fue entrando de noche en autobús en Nueva Delhi: las aceras de las calles estaban cubiertas por miles de personas que dormían al raso, siendo los más afortunados los que encontraban huecos en alto, en las marquesinas de las paradas de autobuses. La pregunta de rigor es de qué viven estas personas, aunque dado que no disponen de techo y lo pobre y usada de sus vestimentas, la pregunta concreta es cómo logran comer. En la ciudad el ajetreo es frenético, y las actividades infinitas, y es en este caos agobiante donde millones de indios pobres logran obtener unas pocas rupias que les permiten comer, que para muchos es sinónimo de vivir. Pero los que fracasan es esta lucha por la supervivencia pueden contar con comida gratis y nutritiva. Un ejemplo, que también impresiona, lo proporciona la comunidad sij (la de los turbantes y largas barbas), la más pujante en la economía india, que dispone en sus templos de comedores sociales donde a diario se ofrece comida a miles de personas, sin distinción de religión o casta. Son voluntarios de esta comunidad, desde el albañil al alto ejecutivo, los que en prestación personal misionera permiten que se realice esta labor. India impresiona no sólo por su pobreza, sino también por la dignidad de sus pobres, y por los intensos lazos de solidaridad entre su población.

Cuando vuelves a España desde un país pobre piensas en lo quejicas que somos los españoles. Cuando oyes las protestas de tus vecinos por los sucesos cotidianos, o lees la prensa, siempre tan exagerada, y comparas con lo que has visto, te das cuentas de lo relativo de nuestras quejas

También entiendes cómo la organización social puede crear mundos radicalmente distintos, separados sólo por una línea artificial, caso de la frontera entre San Diego y Tijuana, o por un pequeño trozo de mar, como entre Algeciras y Tánger, o creando obstáculos para evitar el contacto de distintas organizaciones sociales, como fue el muro de Berlín.

España es un país rico, incluso en plena crisis económica, pero como en todos lados hay pobres. Parecía que, completado el estado de bienestar con la ley de dependencia, sólo quedaría un sector pequeño de inadaptados sin posibilidad de reinserción social, a los que no sería muy gravoso satisfacer sus necesidades básicas a través de los servicios de bienestar social.

Pero el paro provocado por la crisis ha cambiado radicalmente esta concepción optimista. Familias enteras están en la ruina, y en muchos casos no se trata solo de que no pueden pagar la hipoteca de su casa o comprar ropa, por poner unos ejemplos. Se trata incluso de que no disponen de dinero para comer. Es de vergüenza la cantidad de personas que buscan comida en los contenedores de basura, no tienen la suerte de vivir en la pobre India, sino en un país rico pero que ha perdido el norte de la solidaridad. Apelo a las autoridades, ni un arreglo más de calles, ni una fiesta más con canapés mientras todos nuestros vecinos no tengan garantizado una comida digna. Apelo a los ciudadanos, ninguna reivindicación más mientras no se cumpla lo anterior, para lo cual además deben de colaborar en la medida de sus posibilidades. No hace falta que los ayuntamientos gestionen los comedores sociales, hay ONG capacitadas para hacerlo si disponen de la suficiente ayuda. Y si no se dispone dinero para esta ayuda se solicita un préstamo. Estaría orgulloso de decir: soy de una ciudad que debe dinero por financiar comedores sociales. Gestores y ciudadanos en general deberían de reflexionar a diario, antes de acometer cualquier tarea, ¿comerán hoy los más pobres en este rico país?. Si la respuesta es negativa tal vez deberían cambiar la tarea que pensaban acometer.

La creación de comedores sociales no supone disputa política, existen en municipios gestionados por todos los partidos políticos, tampoco son caros, es cuestión de sensibilidad y prioridades.

Damián Zamorano Vázquez

Publicado en Estepona Informacion. 13.3.2010

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