sábado, 15 de agosto de 2009

Recuerdos de la Historia

Decía Azaña en un mitin en Santander (1932): “El Jefe del Gobierno, en política, no tiene amigos ni los quiere. De mi, personalmente, ni dentro del partido ni fuera del partido, nadie puede esperar nada, absolutamente nada; un apretón de manos cuando nos separemos, después de haber cumplido nuestra labor, pero nada mas”. Así, a bote pronto, parecería Azaña un mala sombra, pero visto lo visto habrá que concluir que en política hay amistades peligrosas, no tanto para los amigos sino para los que fuera de este circulo querrían estar en igualdad de condiciones en su trato con la administración.
En el mismo mitin: “Derramar millones (en obras publicas) sobre esta o la otra provincia para hacer cosas que no sirven para nada es una manera de dispendio del tesoro publico que implica casi una responsabilidad”. Las cosas han evolucionado en el tiempo, y se ha inventado un mayor esperpento de obra pública, la que destruye lo que era bonito y funcional, y me refiero a la obra del carril bici de la avenida del Carmen. Pena de desperdicio del escaso dinero público.
El primer gobierno de la Republica nombró a Indalecio Prieto ministro de Hacienda. Fue un buen ministro, pero se peleó con la Banca y, cabreado, hizo unas fantásticas declaraciones, de no entender nada de hacienda y que si desempeñaba ese puesto era porque no se había encontrado a otro que quisiera realizarlo. El gobierno encontró a Jaume Carner para sustituir a Prieto, igual que Valadez encontró a Bernal para sustituir a Sánchez, en ambos casos buscando “expertos consumados” en la difícil tarea. Carner fue llamado “ese feroz dogo cancerbero del Tesoro Nacional con que felizmente cuenta la Republica”. Un buen dogo de estos haría falta es Estepona, que hiciera comprender a sus compañeros de corporación, y en cualquier caso meterlos en cintura, que solo se puede gastar lo que se tiene, y lo que se tiene nunca deber ser obtenido a base de sangre, sudor y lagrimas, como se quiere malinterpretar por fuera de contexto la frase bélica de Churchill.
En los años 60 y principios de los 70 el PSOE estaba en el peor momento de su historia. Una burocracia de exiliados socialistas controlaba férreamente el partido, con ideología y tácticas ancladas en el pasado, siendo muy escasa y descontenta la militancia en el interior, y todo ello en el momento en que resurgía el movimiento sindical y universitario. Parecía que el PSOE terminaría como los partidos republicanos, como un recuerdo histórico, un cementerio de elefantes. El nudo gordiano era relevar a la anquilosada ejecutiva, renovar la ideología y sobre todo la acción política, acorde a los nuevos tiempos, pero sin escindir el partido. Se intento repetidamente pero no pudo conseguirse, y ejemplo de ello fue la creación de partido socialista propio por Tierno Galván. Pero finalmente por iniciativa de un grupo sevillano, liderado por Felipe González, pudo conseguirse lo imposible, cambiar radicalmente el partido sin romperlo. ¿Cómo se consiguió tal milagro?. Santos Juliá en su libro “los socialistas en la política española” lo explica muy bien: “¿Cómo hacerlo?. Pues como suelen hacerse estas cosas: conspirando”. En Estepona los socialistas tienen parecido problema, como cambiar el partido sin escindirlo. Desprenderse de los errores pasados es fácil, pedir perdón y renovar de forma drástica el programa local, con especial hincapié en mecanismos que impidan por siempre el clientelismo y el enchufismo. ¿Qué hacer contra el dirigente que se ha colado por la puerta falsa, Valadez?. Conspirar parecería la lección, y algunos la aplican, pero conspirando como hacían las facciones políticas judías en “la vida de Bryan”, con nulo resultado. No solo es cuestión de conspirar, es cuestión de trabajar con argumentos, con escritos, con ideología, con responsabilidad, con altitud de miras, buscando un bloque unitario, luchando democráticamente por un objetivo necesario, la renovación del PSOE de Estepona.

Damián Zamorano Vázquez
Publicado en Estepona Informacion el 15.8.2009

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